En una palabra: locura. Décadas de anhelo y frustración acumulada fueron finalmente liberadas cuando los Gigantes ganaron el campeonato. Era euforia pintada en negro y naranja. Coit Tower y el aeropuerto de la OFS se iluminaron con luces naranjas. Los residentes de la ciudad colocaron carteles y letreros de los Gigantes en cada edificio. Los bares y restaurantes estuvieron llenos durante horas antes y después de cada partido. Se desarrolló una camaradería instantánea entre extraños basada en un amor común por los Gigantes. El desfile de los gigantes fue una celebración masiva como la ciudad nunca había visto.
Recuerdo la miseria en San Francisco cuando los Gigantes perdieron contra los Ángeles durante la serie de 2002. Esta victoria en la Serie Mundial ayudó a borrar los recuerdos de las desgarradoras pérdidas en ’62, ’89 y ’02. Fue una reivindicación tremenda para una franquicia que nunca había ganado la Serie Mundial en San Francisco. 2010 trajo un campeonato a casa para una base de fanáticos hambrientos, pero siempre leales.