Los Edmonton Oilers.
Siendo un edmontoniano, admitiré que hay un cierto nivel de parcialidad en mi respuesta, pero antes de que me descartes como otro jonrón, escucha por qué el azul y el naranja fueron, son y siempre serán el equipo para animar.
En esta ciudad de poco más de un millón de personas, el hockey es más que un deporte. Es una pasión, perfectamente integrada en la vida cotidiana y que conecta a personas de diferentes orígenes. Es donde los fanáticos caminan por calles congeladas a mediados de enero para ver jugar a los Oilers, incluso cuando son el último lugar en la clasificación. Es donde adultos y niños se alinean durante horas para conocer a sus héroes de hockey, ya sea el All-Star o el grinder de cuarta línea. Es donde se agota una arena de 18,000 asientos en un juego fuera de casa cuando otros equipos ni siquiera pueden vender un juego de playoffs en casa (estoy hablando de ti, Anaheim Ducks).
Este entusiasmo no se pierde en los jugadores. En Edmonton, los jugadores saben que cuando se ponen el suéter azul y naranja, tienen a toda la ciudad reuniéndose detrás de ellos.
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Esta es la razón por la cual los jugadores celebran con los fanáticos después de un gol crucial de playoffs.
O por qué los jugadores lloran cuando es hora de colgar sus patines.
Y al final del día, los jugadores y los fanáticos son solo una gran familia.
Aquí es donde el pasado se encuentra con el presente. Edmonton fue el hogar de algunos de los mejores jugadores de hockey en la historia del juego: Kurri, Fuhr, Anderson, Coffey, Smyth, Messier, Gretzky, y ahora es el hogar de algunas de las estrellas más brillantes del juego. Aquí es donde se formó una dinastía, con 5 Copas Stanley en menos de una década, y donde se está gestando otra. Este es Oil Country, la Ciudad de Campeones y otros apodos relacionados con el hockey. Este es Edmonton, y nos encantan los Oilers.
Y no me hagas empezar con Connor McDavid.