Cuando jugué fútbol sub-12, mi entrenador me puso a la defensiva durante 5 juegos seguidos, y una vez me quejé frente al equipo. No me respondió, ni me puso en mi lugar, ni me dio una conferencia. Simplemente me puso a la ofensiva y me dijo que marcara un gol. Allí duré unos 5 minutos y le pedí que me volviera a defender. Simplemente no pude manejar la atención.
Ese juego hizo mucho por mí: me enseñó acerca de mis fortalezas y debilidades, me mostró que podía confiar en mi entrenador, y me hizo darme cuenta de que diferentes personas pueden hacer cosas diferentes y el truco era ser realmente bueno en mis cosas en lugar de desear era bueno en lo de otra persona.
Eventualmente me convertí en un buen centrocampista, dirigiendo el tráfico alrededor del campo, asignando marcas y distribuyendo. Pero nunca marqué un gol en el fútbol organizado, ni siquiera un penal.
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